Sea el mes de enero o no, cualquier fecha es una excelente ocasión para darle un poco de orden a la vida y plantearse propósitos y proyectos para el futuro. Aquí van unas recomendaciones para hacerlos un poco más interesantes.
Después de elaborar la síntesis del año y valorar las vivencias de la etapa anterior, ha llegado el momento de proyectar a futuro. El mes de enero es una excelente ocasión para plantearse propósitos para el futuro. En realidad, cualquier fecha es buena para intentar darle un poco de orden y perspectiva a la vida de una. Así aprovechemos el entusiasmo para reflexionar acerca de nuestros propósitos personales.
1. Distinguir proyectos internos y proyectos externos.
Aunque es cierto que interno-externo son categorías en constante relación, distinguirlos puede ser una herramienta que nos ayude a profundizar en nuestras reflexiones y a darnos ideas para los propósitos de año nuevo o etapa nueva.
¿Qué es un proyecto externo? Un proyecto externo es aquel que tiene que ver con nuestras acciones en el mundo. Por ejemplo, «dejar de fumar», «empezar a ir al gimnasio», «retomar las clases de inglés», etc. Estos proyectos son los que se escuchan más a menudo y están bien para plantearnos acciones concretas que queremos realizar de acuerdo a un objetivo mayor (cuidar el cuerpo, aprender un inglés, etc.)
Sin embargo, además de ellos, conviene incluir en nuestras propuestas planteamientos más internos sobre nosotros mismos. Propuestas que tienen que ver sobre cómo queremos ser, qué actitud queremos llevar en la vida, qué aspectos de uno quisiéramos mejorar, etc. Por ejemplo: «quisiera ser más empática con los demás», «me gustaría sentirme más segura respecto a mis decisiones», «me propongo intentar mantenerme relajada en situaciones nuevas», «voy a sacar un aprendizaje de mis experiencias», «me propongo ser coherente», etc. Estos proyectos internos son muy interesantes porque nos ayudarán a orientarnos en nuestras acciones y a gestionar nuestros sentimientos.
Esta claro que es posible combinar proyectos internos y externos, pero conviene distinguir que mientras en un proyecto externo se podría comprobar los avances considerando las acciones realizadas o no realizadas, en un proyecto interno los progresos son sentidos.
2. Considerar tu situación-en-el-mundo.
Muchas veces cuando nos planteamos proyectos personales lo hacemos como si fuéramos individuos aislados del mundo. No tenemos en cuenta que somos personas sociales en constante relación con otros. Por esta razón, te animamos a que te plantees propuestas que no acaben solo en ti mismo. Pregúntate sobre la manera en la que te relacionas con las personas que te rodean. Por ejemplo, «quisiera reconciliarme con mi hermana», «me gustaría ser más cariñoso con mis padres», «voy a ser amable con mis vecinos», «voy a tratar a los demás del modo que me gustaría ser tratado», etc.
Entre todos formamos parte de una comunidad y construimos los valores que en ella predominan. Es hora de salirnos del individualismo y asumir la bonita responsabilidad de cómo queremos ser cómo sociedad actuando en consecuencia.
Además, considerar nuestra situación-en-el-mundo nos ayuda a comprender que nuestra libertad de elección y de acción está delimitada por la situación en la que vivimos. De esta manera, nuestros planes o propósitos no son planteados en abstracto sino en nuestra situación real y cotidiana.
3. Ser coherente.
Si te planteas nuevos propósitos de año nuevo o cualquier proyecto trata de ser coherente con él. A medida que tus acciones vayan de acuerdo a tus pensamientos y sentimientos serás más confiable contigo misma. Así una fuerza crecerá en tu interior que te reforzará tu propósito. Por el contrario, si te dejas llevar por la distracción, la postergación o la inacción, crecerá en ti una sensación con cierto sabor a traición de uno mismo que llamaremos contradicción.
No se trata de fustigarse o sentirse mal si uno no consigue lo que desea. De hecho no se trata de «conseguir» nada, sino de ser coherente con lo que uno se ha propuesto. Lo importante no son los resultados, sino sentir que uno va en ese camino, en esa dirección de crecimiento personal.
Considerando el punto dos, es importante considerar que ser coherente no solo implica pensar, sentir y actuar en la misma dirección. Además, se trata de ser coherente en la relación con los demás. Para ello, una propuesta válida sería «tratar a los demás del mismo modo en que quisiera ser tratado». Por ejemplo, a mi me gusta que me escuchen y que se pongan en mi lugar. Por lo tanto, trataré de escuchar a los demás y ser más empática.