Polarización social

Polarización y la violencia de los bandos

¿Cómo hemos llegado a lanzar la bomba atómica de un pueblo a otro pueblo? ¿Por qué seguimos amenazándonos con más bombas atómicas? ¿Sabemos cómo superar la polarización social?

Todos sabemos que la guerra es un desastre. Es uno de los mayores males de la sociedad y, sin embargo, la seguimos permitiendo como solución a conflictos e intereses geopolíticos y económicos. ¿Pero por qué? ¿Por qué nos cuesta tanto a los seres humanos superar la guerra? ¿Cómo es posible que una sociedad acepte o llegue a legitimar la guerra o la amenaza nuclear? Estudiemos con detenimiento el fenómeno social de “los bandos” y los efectos que produce en los individuos.

Generalmente entendemos por “bando” a un grupo de personas que comparten unas ideas o intereses comunes y se agrupan para defenderlos. No hay nada malo en la agrupación de personas por intereses comunes, el problema se da cuando se construye esa unión en oposición a otras formas que se consideran diferentes. Entendiendo esa diferencia como algo ajeno, erróneo e incluso amenazante.

Todos hemos sentido alguna vez formar parte de un grupo, de un equipo, de un bando frente a otro, y si bien reconocemos los aspectos positivos de la unión (fuerza, protección, compañerismo, identidad, etc.) también, es fácil reconocer la violencia u hostilidad que se genera respecto al grupo que se coloca “en frente”.  En los nacionalismos, fanatismos y demás radicalizaciones el efecto se multiplica.

Hay contextos en los que es más reconocible el hecho de que los bandos son construcciones sociales. Es decir, invenciones dadas en un proceso cultural (y no biológico) por el que se eligen y se seleccionan qué rasgos unen y qué rasgos diferencian a las personas de un bando. Pero, hay otros contextos en los que la diferencia está tan arraigada históricamente que se experimenta con intensidad, se trata como si fuera algo natural e insalvable. Como en los nacionalismos, donde se produce un olvido colectivo de la conciencia de humanidad y una desconfianza mutua entre las sociedades divididas en Estados. Legitimándose así la guerra y el armamento.

Por tanto, conviene deconstruir la situación de violencia mundial y de amenaza nuclear, para acercarla a nuestra cotidianidad y comprender que su raíz y su aceptación, se encuentra, entre otros factores, en la concepción que tenemos de la diferencia y la manera en la que construimos y nos posicionamos en bandos.

¿Qué podemos hacer para superar esta situación?

Lo primero es comprender que, como individuos, no hemos escogido en qué bando queremos estar, porque sencillamente: no hemos creado nosotros los bandos existentes. Nos han sido dados. Por tanto, como individuos tenemos libertad para negarnos a ser identificados con uno de ellos, así como a negarnos a la oposición que genera con el otro. Esto es un primer paso, que supone detener seguir alimentando las diferencias y supone una resistencia al orden violento establecido.

A continuación, no debemos caer en el resentimiento hacia aquellos que aún siguen apegados a ese orden violento de los bandos. Sino aspirar a persuadir y a reconciliar. Trabajar por cambiar el sistema de creencias, de prácticas y valoraciones que mantienen este sistema de divisiones. La reconciliación, cobra aquí un papel esencial en la unión entre personas, bandos y pueblos. Por eso abogamos, por la memoria histórica, la reparación, la justicia restaurativa. 

Para que sea posible la reconciliación, es necesario cultivar una mirada de convergencia, de unión, de superación de las diferencias. Es decir, buscando los aspectos en común lo que nos une con todas las personas más allá de las diferencias. Para ello, se puede fomentar la educación intercultural, los espacios de dialogo, de encuentro, de intercambio de conocimiento, etc. Aunque para lograr una mirada verdaderamente convergente, tendremos que profundizar en el registro de lo humano, esto es en el sentimiento de humanidad. Conocerse a uno, reconocer al otro y sentir que somos uno.

Por último, mencionar que para que esta mirada convergente cobre fuerza, necesita de un sentido transcendente que le haga superar toda diferencia. Necesitamos un objetivo común, un proyecto que nos impulse a avanzar, a superar las dificultades y a evolucionar como humanidad. Este proyecto común puede ser: la superación de las desigualdades sociales, el desarme mundial o la construcción de la paz. La paz y el desarme puede ser una imagen trazadora a la que aspirar lo suficientemente inspiradora para comenzar a superar los bandos y las diferencias que están en la base delos conflictos cotidianos y los bélicos.

Conclusión

No es una ilusión sin fundamento anhelar y proclamar la necesidad de paz. Lo que es una ilusión es creer la veracidad de los bandos. Recalco la idea de que los bandos son construcciones sociales, porque significan que son modificables y superables.

Está en los individuos que conforman las sociedades, es decir, en nuestras manos, la posibilidad de superar las diferencias. Para lo que resulta imprescindible trabajar, desde lo más íntimo e interno hasta en cada ámbito social, por la reconciliación, por la convergencia y por un proyecto humano común como podría ser: la Nación Humana Universal que erradique la amenaza nuclear.

Intervención de Beatriz Elósegui (Convergencia de las Culturas – Madrid) en Conversatorio sobre el Desarme Nuclear. Organizado por Partido Humanista Internacional. 14 de mayo 2022.

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